Atentado a la AMIA: 25 años de impunidad

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Una tragedia Argentina.

Borges Socio Honorario, se preguntaba: “¿Qué será Buenos Aires. Es el creciente laberinto de luces que divisamos desde el avión… Es el día que dejamos a una mujer y el día en que una mujer nos dejó… Es el último espejo que repitió la cara de mi padre…?”

 

¿Qué diría después de la AMIA? Quizás, parafraseando a Adorno, podría haber pensado: No se puede escribir más poesía después de la AMIA. Es probable.
Han pasado uno, dos, diez, quince, veinte, veinticinco años desde el atentado a la mutual judía. Han pasado 12.130 días desde el maldito 18 de julio. Es inconcebible. Cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas, en horas se supo qué pasó, quienes fueron. Con la tragedia de Atocha en España, a los 4 ó 5 días, quedó aclarada. Se investigó. El Estado hizo lo que tenía que hacer en semejantes masacres. Aquí, en nuestra Argentina, la justicia fue fusilada, mientras enterrábamos a nuestros muertos queridos, mientras la AMIA caía a pedazos, sepultando cuerpos y esperanzas. Desde entonces, hasta la fecha, ningún gobierno investigó. Ningún gobierno. Fueron apenas simulacros. Formas mentirosas de decir que se trataba de esclarecer. Una inconmensurable vergüenza.

Los terroristas sabían elegir. No fue al azar. El primer atentado, a la Embajada de Israel, tampoco fue investigado. La Corte Suprema de Justicia, responsable de la investigación, no hizo absolutamente nada.

Buenos Aires volvía a ser una geografía favorable. Conseguir los explosivos, tener ayuda de miserables locales, saber que no habría investigación seria, que las posibilidades de escape eran concretas y posible. Así fue.
Es bueno recordar que el presidente Raúl Alfonsín, durante su mandato, suscribió al Pacto de San José de Costa Rica, que obliga al Estado Argentino a investigar en casos de lesa humanidad.

Para la tradición judía, la pérdida de tiempo en hacer justicia es un delito. Es una situación de terapia intensiva. Requiere inmediata intervención. Dejar morir semejante causa es un delito aberrante, que califica a sus responsables.
Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz, sobreviviente de Auschwitz y Socio Honorario de Hebraica, nos decía: “Lo contrario de la memoria no es el olvido, es la indiferencia.”

25 años de impunidad. Ningún responsable preso. Sólo el juicio, demorado en años, a los responsables locales de no investigar. Veamos los roles, más allá de los nombres: un Ex Presidente de la Nación, el ex Director de los Servicios de Inteligencia, el ex juez de la causa, los ex fiscales de la causa, el ex Jefe de Policía de Buenos Aires, el ex Presidente de DAIA. Todos ellos en el banquillo de los acusados. Los jueces encontraron culpables a la mayoría de ellos. Sólo eso y nada más.

¿A 25 años, qué investigación seria es posible?
Por eso AMIA es una tragedia argentina. Específicamente argentina. Ochenta y cinco muertos abandonados a su muerte. Decenas de familias abandonadas por la justicia más elemental.

Decía el profeta Amós: “Estableced la Justicia en el portal”, “Deja que el juicio corra como las aguas y la Justicia como una poderosa corriente.”
Nada de esto ocurrió. Ahora, a 25 años, nuestras palabras, estas pobres palabras sólo nos retransmiten una enorme tristeza. Un ejercicio de la memoria sin salida posible.

Gerardo Mazur

 

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