El Príncipe de los Médicos *

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Por Mario Eduardo Cohen

“Si no me ocupo de mi propia salud ¿quién se ocupará?”.

Maimónides. Ética. Los ocho capítulos.

 

Nos preguntamos cómo era la medicina en el siglo XII, época en que solamente se podía visualizar el exterior del ser humano (desde ya, que no había diagnóstico por imagen). Cómo prevenir enfermedades si no se sabía el origen. Qué papel jugaba la higiene. Al no conocerse las bacterias y los virus, cómo actuaba el médico en el diagnóstico y en la cura. ¿Eran habituales los amuletos, la magia, la astrología y la superchería? ¿Cómo evitar las enfermedades si no existían las vacunas? En este capítulo trataremos de responder a éstas y otras preguntas. Veremos cuán revolucionarias eran algunas concepciones del Rambam.

La obra de Maimónides, como recopilador de la ley judía, como filósofo y pensador de la convivencia, es conocida por judíos, musulmanes y cristianos. En cambio su acción en materia médica, fue apenas estudiada y sujeta aún a fascinantes descubrimientos. Cabe señalar que de la obra médica del Rambam se tenía una idea en líneas generales, pero es recién en el siglo XX que se han traducido a los idiomas occidentales sus libros escritos originalmente en lengua árabe y luego traducidos al hebreo, con lo que se han abierto a los investigadores nuevas fuentes de conocimiento que comienzan a deslumbrar. En las últimas décadas, publicaciones de versiones revisadas siguen generando nuevos descubrimientos. Por ejemplo, al idioma español no se ha traducido todavía toda su obra médica.

Ante todo, el Rambam se formula una pregunta profunda: “¿para qué debemos tener buena salud…?“. Y se responde: “es correcto que el hombre se proponga como fin de su acción la salud de su cuerpo y el alargamiento de su existencia en perfecto estado, a fin de que los órganos de las facultades del alma, esto es, los órganos corporales, permanezcan en perfecto estado físico y que su alma se entregue sin obstáculos al cultivo de las virtudes morales e intelectuales, lo mismo que a la ciencia y a la adquisición del conocimiento”. 

Reafirma Maimónides sobre cuál es el fin de tener buena salud corporal y se contesta: “… el comer, el beber, el placer sexual, el sueño, la vigilia, la actividad y el reposo tienden sólo a la salud del cuerpo; para que pueda entregarse a las ciencias y adquirir las cualidades morales e intelectuales y alcance así el fin, que es el conocimiento de Dios…”. 

A través de los tiempos, muchas son las personas que creen que las enfermedades son el resultado de un designio divino; aceptan esto como una creencia. Pero Maimónides se opone decididamente y nos dice: “Dado que poseer un cuerpo sano e íntegro es la voluntad de Dios, ya que es imposible comprender o conocer algo acerca del Eterno todo tiempo que se está enfermo”. Maimónides entendió que el cuerpo no es ni la prisión del alma ni su enemigo. Asimismo luchó contra los que creían en el mal de ojo, en los amuletos y los encantamientos. Respecto a quienes argumentaban que nada se puede hacer contra las enfermedades porque éstas se debían a un designio divino, les recordó que Dios creó las plantas medicinales para las curaciones. Por lo tanto, en las dolencias y el padecimiento no había designio divino.

Asimismo, entendamos que en el tratamiento de las enfermedades el Rambam se opone a la magia, la astrología o todo tipo de supersticiones. En la Guenizá de El Cairo se encontraron muchas apelaciones a las fórmulas mágicas del vulgo para las curaciones. Para su época éste ya es un paso gigantesco. Sólo excepcionalmente y como placebo acepta que se siga con las costumbres de pronunciar determinadas frases para la mujer embarazada (dado su estado inestable). Recordemos que en aquella época apenas un porcentaje muy pequeño de la población superaba los cincuenta años de vida. El investigador Shelomó Dov Goitein en base a los documentos de la Guenizá de El Cairo calcula que solamente un 15% de la población superaba esta edad.

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Entre los ejes de la obra médica del Rambam, el citado Meir Orián menciona que integran el trípode del ideario en Medicina Preventiva: a) Variedad dietética adecuada; b) Desarrollo del cuerpo por medio del deporte; c) Higiene y saneamiento del medio ambiente. Y al respecto reproduce una frase de Maimónides (Mishné Torá, Pensamientos 4,1): “Conservar el cuerpo sano e íntegro es un mandamiento de Dios…Por eso el hombre ha de apartarse de las cosas que dañan el cuerpo, usando aquellas que pueden sanarlo y fortalecerlo”. 

 

MEDICINA PREVENTIVA

En el manual llamado “Cuidado de la salud” expresa Maimónides: “Sólo los ignorantes suponen que no necesitan al médico sino cuando están enfermos” y agrega: “la orientación del hombre sano con el fin de que no contraiga enfermedades es mucho más importante que la curación del enfermo”. Plantea que el rol del médico es importante no sólo durante la enfermedad sino también en el estado de salud de las personas; el médico debe ser el educador del estado de salud de las personas que lo consulten. La visita social a los enfermos, a su vez, contribuye tanto a elevar el estado anímico como el bienestar emocional de éstos. Los textos médicos de Maimónides no solamente los hallamos en sus libros dedicados al tema, sino también en los restantes, como asimismo en su testamento. Maimónides no ve inconveniente que el paciente consulte a varios médicos para obtener el diagnóstico correcto. “En ese caso el paciente se beneficia de la suma de sus correctos diagnósticos, dado que ningún médico puede recordar todo lo que ha aprendido y dado que esta disciplina es tan difícil para la mayoría de los estudiosos”. 

 

EL MÉDICO: ¿ARTESANO O CIENTÍFICO?

Se pregunta: ¿cómo debe llevarse a cabo el arte de curar? Y se responde: “La práctica de la medicina no es como coser y tejer o cualquier labor realizada con las manos sino que debe ser inspirada con comprensión y equipada con el don de la observación profunda, ésta junto con el conocimiento (científico) exacto, son los requisitos indispensables para ser un experto en el ejercicio de la profesión médica”. Maimónides sostiene lúcidamente que el médico “no debe tratar la dolencia sino al doliente”. Al respecto, leemos en el Tratado sobre el Asma (Cap. XIII, 30, a): “El médico no debe tratar la enfermedad sino al paciente que la sufre”.

Luego insiste el Rambam en que el médico debe interesarse, no solamente en las enfermedades, sino también en las personas que gozan de buena salud con el objeto de prevenir que lleguen a contraer enfermedades. El historiador judío del siglo XIX, Heinrich Graetz señaló que Maimónides “fue más un médico teorizante que un médico práctico”. Luego otros han repetido esta afirmación. Citaremos aquí una gran cantidad de los consejos prácticos y de relación con nuestros semejantes que nos legó el sabio hispano judío, para que el lector juzgue por su propia cuenta. Debemos recordar que Maimónides fue un médico eminentemente práctico, durante más de treinta años. Cuidó de la salud de la gente del palacio (primero del visir Al Fadil, luego de Malik Al Afdal y del propio Sultán Saladino) y también de la gente común.

Como veremos más adelante, hacia el final de su vida Maimónides dedicaba todo el día a la atención de los enfermos. Por la mañana atendía en el Palacio y desde el mediodía lo esperaba una gran cantidad de pacientes. Llegaba hasta la medianoche atendiendo enfermos. Al día siguiente, acontecía lo mismo y así ocurría desde el domingo al viernes. En nuestra opinión, era un hombre que vivía en forma práctica y sentía de manera muy intensa el arte de curar.

Por otra parte, también desarrollaba tarea docente en materia de medicina. En la Guenizá de El Cairo, que ya hemos comentado, se encontraron recortes de textos con preguntas de los alumnos de Maimónides referidas al maestro en medicina. Coincidente con la advertencia del Talmud, enfatiza también que no se debe vivir en una ciudad donde no haya médico. Y exige que “el médico debe ser un hombre culto y conocer bien su profesión”. Compara con un asesino a aquel médico que se niegue a prestar ayuda cuando le sea solicitada, lo mismo que a quien pretenda ejercer la medicina sin estudiar a fondo los padecimientos del enfermo. “Entre mil personas, sólo una muere de muerte natural; las demás mueren prematuramente a causa de su ignorancia, porque no saben cómo comportarse”, sostiene con énfasis.

OBRAS MÉDICAS

En otra época se pensaba que las obras médicas del sabio eran muchas más de las que se han confirmado. Hoy hay consenso en atribuir solamente diez obras médicas a Maimónides. No existe coincidencia exacta en los nombres de las mismas. Todas ellas fueron escritas en árabe y con grafía árabe, lengua culta de la época (redactadas en los últimos años de su vida, a partir de 1180). Se trata de las siguientes: 1) Régimen de salud. 2) Aforismos médicos de Moisés. 3) Comentario a los Aforismos de Hipócrates. 4) Tratado de las hemorroides. 5) Tratado de los venenos y antídotos. 6) Explicación de las particularidades (de los accidentes). 7) Compendio de los libros de Galeno (tuvo traducción directa al latín). 8) Tratado del asma. 9) Tratado del coito. 10) Comentarios sobre los nombres de las drogas. Este último contiene un listado alfabético de casi 2000 medicamentos, escritos en árabe, griego, persa, bereber y lengua romance (lo curioso es que no las tradujo al hebreo).

Si bien no fueron las más importantes, las obras que tuvieron más reediciones fueron Los aforismos… en los que comenta e interpreta 1500 máximas de Hipócrates y Galeno, el Régimen de salud (en latín De régimen sanitatis), El Tratado del Asma y el Tratado de los venenos y antídotos. El resto sólo tuvo traducción al hebreo (salvo el referido a las drogas).

Varias de sus obras fueron pedidas por encargo de la corte de Egipto, entre ellas “El tratado de los venenos y antídotos”, “El régimen de Salud” y el “Tratado del coito”. Maimónides trató que se expresaran conceptos generales válidos también para otras personas.

No entraremos en el detalle de cada uno de los libros sino que iremos directamente a los conceptos centrales allí expresados. Aclaramos que en aquella época Maimónides ejercía como médico y dio consejos en esta materia; no entró en temas de lo que hoy llamamos cirujanos y traumatólogos, que eran otras profesiones.

Los textos

Veamos sus expresiones literales en los escritos médicos: En el Régimen de Salud (III, 13) expresa: “El médico habrá de esforzarse para que el enfermo y el sano estén alegres y con ánimo distendido. Por eso ha de empeñarse en apartar de uno y otro aquellos sentimientos psíquicos que conducen a la crispación, de modo que se alargue la salud del hombre sano; y tal tarea ha de ser lo primero en la curación del enfermo, con tanta mayor razón si la enfermedad que afecta al hombre es de tipo psíquico, como la melancolía”.

En sus Aforismos médicos señala: “El mejor de los ejercicios es aquel que fatiga el cuerpo y entretiene y regocija el alma, como la caza, el juego de pelota, porque en la conmoción del alma por la risa basta que le llegue con medida, pues a muchos se les fueron las enfermedades sólo por la alegría que sintieron”.

Si bien el Rambam realiza una vasta y original investigación en el campo médico, reconoce asimismo a quienes lo antecedieron históricamente, siendo en gran medida sus inspiradores. Así, entre los griegos lo han sido Hipócrates y Galeno. Y también, los persas Rhazes y Avicena, los hispanoárabes Ibn Wafid, Ibn Juljul, Al Tamini, Al Gafiqui, Avenzoar y Averroes (1126/1198), al igual que los judíos Isaac Israelí (considerado también el primero de los judíos filósofos medievales) e Ibn Janah.

 

LA ALEGRÍA MEJORA LA SALUD

Una rama muy nueva dentro de la medicina de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI es la risoterapia. Y hoy son comunes los llamados payasos médicos o payamédicos. Pero esto de alguna manera ya lo predijo Maimónides, hace más de ochocientos años. Esta afirmación revolucionaria que encabeza este acápite justifica de por sí que se lo recuerde al Rambam por su genialidad. Nos dice al respecto en el Régimen de salud: “El médico debe procurar que el enfermo y el que goza de buena salud estén en alegre disposición; deben evitarse emociones que causen perturbaciones y desarreglos. Esto es esencial para la cura del paciente y especialmente para el cuidado de los casos mentales como hipocondría, depresión y melancolía”.

En el Tratado sobre el Asma (VIII, 2) completa esta idea: “El impacto del sufrimiento mental, perturbación y obstinaciones, perjudica la actividad mental y el bienestar físico hasta el punto que se pierde totalmente el apetito por la comida, cuando se tiene angustia, miedo, luto o aflicción”. En Los aforismos médicos de Moisés, otra de sus obras, vuelve sobre el tema y señala que: “Las ansiedades representan el dolor del alma. Los pensamientos y la meditación son ejercicios del alma. Todas las emociones aumentan los líquidos biliares”.

Otro sentimiento negativo para la salud es la sed de venganza, acerca de la cual nos señala en su Testamento ético: “Cuando buscáis la venganza, probablemente no la tendréis y enfermaréis vuestro corazón con la prolongada espera… Haceos conscientes de que os sobrevendrá: odio, un corazón vengativo, confusión, pérdida de sueño, incapacidad de trabajo, etc.”. En el mismo escrito rechaza también la vida ociosa: “desdeñad la ociosidad, porque es causa de la ruina del cuerpo, de la penuria, de la depresión, de la murmuración…”. Igual desaprobación expresa hacia la actitud que va al otro extremo: la vida lujuriosa y licenciosa.

Las melodías musicales, en tanto alegren y distraigan, juegan asimismo un importante rol en la salud de hombres, mujeres y niños. Particularmente en pacientes que sufren melancolía o depresión. Veamos al respecto un par de referencias del Rambam.

Si una persona está embargada por la melancolía (la depresión), se le hará superar aquel estado haciéndole escuchar melodías musicales, cantos variados, con paseos por los jardines, con (la contemplación) de bellos edificios o admirando bellas obras de arte o cosas semejantes que apartan de ella la melancolía”. O bien: “(No se olvidará) asimismo de fortalecer la facultad vital (anímica del enfermo haciéndole escuchar melodías) con instrumentos musicales, o contándole historias que le hagan alegrarse, que esponjen su alma y ensanchen su corazón o incluso dando rienda suelta a la fantasía de modo que esté entretenida la imaginación (del enfermo) y se ría por ello y el grupo de su entorno. Se escogerá para su servicio y atención la persona que sepa alegrarle. Esto es necesario para toda enfermedad. Si el médico estuviere ausente, ellos mismos (los que están en torno al enfermo) tendrán la misma consideración”.

 

*Fragmentos del Capitulo 3: El Príncipe de los Médicos del libro Maimónides: Pensamientos para el siglo XXI de Mario Eduardo Cohen (Universidad Maimónides, 2017)

Gentileza del Cidicsef (Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí)

Mica Hersztenkraut

Autor

Mica Hersztenkraut maneja todas las comunicaciones de Hebraica.

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