Testimonio para el testigo

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Por Mirta Kupferminc

Cuando comencé a trabajar con la primera foto de Mendel Grossman, supe que estaba abriendo la primera hoja de un álbum familiar, que se desplegaría más tarde con todas las fotos que siguieran. No me refiero a que mi familia había sido retratada por él, sino que los personajes, las calles, las escenas allí registradas, habitaron los relatos y los silencios de mi padre. Sigo buscando obsesivamente en cada foto del gueto de Lódz su rostro; el de mis abuelos y los de mis tías y tíos. También trato de encontrar en esas fotos a Daniel, el bebé de mi papá asesinado por los nazis a los 6 meses de nacer, y que yo nunca escuché nombrar. Mi papá, Arón Kupferminc murió antes de que yo aprendiera a preguntar lo suficiente. Las fotos de Mendel Grossman me devuelven ese pasado, perdido antes de nacer.

Hoy, en Buenos Aires, setenta y cinco años después de la liquidación final del gueto de Lódz, sé que las fotos que observo con tanto detenimiento son registros de personas en su mayoría muertas.

La invitación de Marianne Hirsch y Leo Spitzer para producir una obra que expresara mi vínculo con la ciudad de Lódz, para la exhibición “School photos and their afterlives” (Fotos escolares y su vida posterior), abrió una puerta que me condujo a territorios inesperados. Ese fue mi comienzo. Este libro de artista reflexiona acerca de las fotografías del gueto de Lódz que sobrevivieron la destrucción, sobre cómo fueron tomadas y cómo ayudaron a devolver un rostro y un nombre a todos los habitantes del gueto; aún a los que no aparecen en ninguna de las fotos; y también a conformar la memoria de la Shoá.

Rinde homenaje especial a la fotografía clandestina de Mendel Grossman, a la cámara que utilizó para registrar la vida cotidiana en el gueto, y a su determinación de preservar su acto de testimonio para el futuro.

Mientras trabajo con las fotos me pregunto qué es lo que vieron aquellos que estaban siendo fotografiados. Compuse escenas imaginarias sirviéndome de fragmentos de fotos de archivo, mirando, como en un juego de espejos a través de los ojos de los fotografiados. En una de mis obras en este libro, se puede descubrir una especie de “selfie” de Mendel Grossman en el brillo de la lente de una cámara con la que represento a Walter Genewein, el contador nazi del gueto, que también tomaba fotos, sólo interesándose en la experimentación del color y en el aprendizaje técnico. En esa obra la figura de Grossman no es “capturada” por la cámara del opresor. Su rostro con su cámara en mano permanecen libres, fuera del espacio real.

Grossman no sobrevivió al Holocausto. Avner Shalev, director de Yad Vashem, escribió: “Grossman fue tanto una víctima como los ojos de las víctimas”. Aryeh Ben-Menachem, asistente de Grossman, fue quien colaboró al terminar la guerra en localizar los 10.000 negativos que Grossman enterró en envases metálicos, al darse cuenta de que el gueto estaba a punto de ser liquidado y que pocos sobrevivirían. Los ojos de todos ellos y los de Mendel Grossman, a través de sus fotos, nos están mirando… Nos interpelan convirtiéndonos en Testigos del Testigo.

 

*La obra puede verse en:

https://www.mirtakupferminc.net/obra/testimonio-para-el-testigo/#libro

 

 

Mica Hersztenkraut

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