Henrik Goldszmit (Janusz Korczak) nació en Varsovia en 1878. Pediatra, pedagogo y escritor exitoso, abandonó su carrera en el sector privado en 1912 para centrarse únicamente en sus orfanatos. Decidió dedicar su vida a los niños y luchar para que fueran reconocidos y respetados, independientemente de sus circunstancias y sin discriminación religiosa.
«El sufrimiento de los pequeños no es un sufrimiento pequeño. Por eso, debemos ayudarlos y escucharlos». Janusz Korczak
Su carrera y trayectoria
Henrik Goldszmit nació en el seno de una familia judía acomodada e intelectual, pero, a la edad de 12 años, tuvo que ponerse a trabajar para sacar adelante a los suyos, arruinados por los gastos de internamiento psiquiátrico de su padre.
Desde 1900, fue conocido con el pseudónimo de Janusz Korczak. Sus obras Cómo hay que amar a un niño (1918) o El rey Matías I (1928), aclamadas por educadores y padres en todo el mundo, han sido traducidas a veintisiete idiomas. La Academia Polaca de Literatura le concedió su máximo galardón por el conjunto de su obra literaria en 1937.
Pero fue sobre todo un programa de radio, “Charlas del viejo doctor”, el que lo lanzó a la fama. Halina Bortnowska, periodista e intelectual de Varsovia, decía recordando aquellas emisiones: «Tenías la impresión de que te estaba hablando a ti personalmente. Nos explicaba cuáles eran nuestros derechos, nos decía que éramos tan importantes como nuestros padres».
En 1906, Janusz Korczak entró a trabajar en un hospital. Allí puso en práctica algunos de sus principios. Permitía, por ejemplo, que los niños tuvieran juguetes dentro del centro. Tenía una gran reputación como médico y escritor cuando abandonó su carrera para fundar un orfanato con ayuda de Stefania Wilczyńska, quien permaneció a su lado durante toda su vida y dirigía el orfanato en su ausencia.
La aplicación de los derechos infantiles en sus orfanatos
Janusz Korczak puso en práctica sus ideas respecto a los derechos del niño: la organización del orfanato era como una república y tenía tintes revolucionarios. La república de los niños celebraba asambleas generales que eran presididas por un niño, un sistema de recompensas y castigos, un parlamento, un tribunal y un periódico. El objetivo de aquel sistema era crear una pedagogía del respeto y también educar para la democracia y la participación. Sus dos orfanatos organizados en repúblicas (Dom Sierot, abierto en 1912, y Nasz Dom, en 1919) hoy siguen siendo considerados referentes en materia educativa. Y, sin embargo, apenas se conoce la vida de Janusz Korczak.
En 1928, publicó una de sus principales obras: El derecho del niño al respeto. Lo que reclamaba Korczak, ya a finales del siglo XIX, era lo que terminaría estableciendo la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño en 1989, al reconocer los derechos positivos del niño: libertad de expresión, participación o asociación. Para Janusz Korczak, el niño –más allá de los términos legales– es un ser humano como los demás al que la sociedad no respeta («El niño no se convierte en ser humano: ya lo es»). Piensa que hay que tratar al niño como a un igual, como a un amigo. Debe ser respetado y amado. Y, en consecuencia, el sistema educativo de Korczak se basa en el principio de autogestión y de creación de un entorno estimulante en el seno de una familia o de una institución que actúe como una.
Su muerte en el campo de exterminio
Aquel infatigable gran hombre pasó toda su vida luchando para hacer valer y respetar las necesidades y los derechos infantiles. Entre 1912 y 1942, su vida personal y la del orfanato fueron indisociables. Pero lo que quedó en el recuerdo de todos no fue tanto su acción socioeducativa como el hecho de que permaneciera hasta el final junto a sus 200 niños en el gueto de Varsovia. Se negó a abandonarlos y, el 6 de agosto de 1942, murió por sus ideas en el campo de exterminio de Treblinka. Aquella fue su última batalla contra la barbarie. «El hecho de que Korczak renunciara voluntariamente a su vida por sus convicciones da una idea de su grandeza. Pero eso no es nada comparado con la fuerza de su mensaje», dijo Bruno Bettelheim.
Como decía el propio Janusz Korczak, «es inadmisible dejar el mundo tal y como lo encontramos». La lucha por los derechos del niño seguirá siendo necesaria mientras no sean respetados en todos los países del mundo.
Fuente: https://www.humanium.org/