Poeta, ensayista y docente, Tamara Kamenszain fue una de las autoras clave de la generación neobarroca de los´70 que hasta sus últimos días continuó fluyendo entre el arte, la poesía y el pensamiento. Falleció el pasado 28 de julio a los 74 años. Un mes antes había publicado su último libro Chicas en tiempos suspendidos (Eterna Cadencia, 2021), un conmovedor ensayo en verso que escribió durante la pandemia.
Tamara Kamenszain nació en Buenos Aires en 1947. Estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Entre sus últimos libros de poemas se destacan ‘Tango Bar’ (1998), ‘El ghetto’ (2003), ‘Solos y solas’ (2005), ‘El eco de mi madre’ (2010) y ‘El libro de los divanes’ (2015). Entre sus ensayos, ‘Historias de amor y otros ensayos sobre poesía’ (2000), ‘La boca del testimonio’ (2007) y ‘Una intimidad inofensiva’ (2016). Recibió, entre otros reconocimientos, el Primer Premio Municipal de Ensayo, el Tercer Premio Nacional en el mismo género, la beca de la fundación Guggenheim, el Premio Konex de Platino, la medalla de honor Pablo Neruda del gobierno de Chile, el Premio de Poesía Latinoamericana Festival de la Lira, el Premio Honorífico Lezama Lima de Casa de las Américas. Sus libros fueron traducidos al inglés, francés, portugués, alemán e italiano. Impartió cursos, seminarios y talleres en universidades de Argentina, México y Estados Unidos. Fue coordinadora de Actividades Extracurriculares de la UBA, catedrática en la Universidad Nacional de Artes (UNA) y una de las fundadoras de la Licenciatura Artes de la Escritura en dicha universidad.
En 2012 Tamara Kamenszain decidió reunir sus libros de poesía en un volumen que se tituló La novela de la poesía, publicado por Adriana Hidalgo, que recibió el Premio de la Feria del Libro de Buenos Aires al mejor libro del año. Los libros reunidos en este volumen recorren los temas que navegan por toda su obra: la filosofía, el psicoanálisis, la escritura, la vida familiar, sus padres. Reproducimos aquí el poema “Árbol de la Vida” del libro El ghetto (Sudamericana, 2003), incluido en La novela de la poesía y dedicado –poéticamente- a su padre: “A Tobías Kamenszain. En tu apellido instalo mi ghetto”,
Árbol de la Vida
Mi duelo, lo que estoy viendo
es el Gran Buenos Aires desde un cementerio judío.
Con cara de cansado pasa arrugando un rabino
la página de kaddish en el bolsillo.
En mangas de camisa lejos de esta pira de piedras
asará los restos del domingo sobre otro mausoleo.
En la puerta la florista se persigna
ante un cortejo de parientes y vecinos
solideos improvisados, mujeres de llanto fácil
se congregan en la fila de los deudos
no es por mi duelo, me segregan, los estoy viendo
no me sumo a esa muchedumbre abatatada
me resta a contramano mi pérdida solitaria
por Quilmes y Ezpeleta hasta La Tablada flotando
bajo el humo de chorizos arrebatados,
de calles barrosas sin apisonar
vías muertas y al final, una tarima evangelista.
PARE DE SUFRIR anuncia la humorada del cartel
cuando piedra sobre piedra entierro
mal traducida la fotocopia del kaddish
en el fondo de mi cartera qué me dice
la tradición a expensas de tu muerte
una verdad menos que revelada
no hay rabino que ayune ganas de saber
no hay duelo lo que estoy viendo es lo que es
calles del Gran Buenos Aires transidas de domingo
un vehículo negro pasea en relieve el nombre de su cochería
de este al otro lado del suburbio lo que estuve viendo
se distancia. En el campo sin límites de la mirada
verde sobre verde avanza el paisaje de todos
todos cuelgan sobre ese horizonte la esperanza de estar vivos
somos una muchedumbre abatatada volcando sobre los colectivos
un pasaje de salida. Me fui del cementerio
yo tampoco merezco otro domingo en tinieblas.
Mi duelo, lo que estoy viendo
será de aquí en más este verdor que te dedico.
Hoy florecen en las copas de los árboles todas mis raíces.