“Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan y están los campos en flor,
cuando canta la calandria y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados van a servir al amor,
sino yo triste y cuitado, que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día y cuándo las noches son…”
Aprendí estos versos del romancero español hace ya muchas décadas. Estaba en 2º año del secundario. Se me grabaron a fuego, no sé si por la musicalidad del poema o por la pasión con que lo enseñaba la profesora… Y desde hace unos meses me ronda sin cesar.
No comenzó todavía mayo. Faltan apenas unos días, pero la tristeza de sus palabras cala hondo justo ahora. Estamos a las puertas de Pésaj, la fiesta de la libertad.
Hay ciento treinta y tres rehenes que viven ese “Romance del Prisionero” en carne propia. No solo encierro, oscuridad y aislamiento: también hambre, vejaciones, maltratos y padecimientos sin fin. Afuera, el mundo sigue andando, los campos floreciendo, los pájaros cantan y el amor surge aquí y allá… Abajo, en los túneles del terror, humedad y frío. Gritos y llantos dolorosos. Que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son, contaron algunos rehenes liberados. Arrancados de sus casas y de sus camas, de los brazos de sus queridos, del sucederse de tareas y disfrutes…
Cuenta la tradición que hace miles de años los hebreos estaban sometidos a una cruel servidumbre bajo el mando del imperio más poderoso de la época. Una prisión inhumana, aunque no tuviera muros. Tampoco allí había días ni noches. Todo transcurría en una informe masa temporal. Pésaj celebra la salida de esa cárcel.
La liberación tuvo costos enormes, en especial para el opresor. Los tiranos no sueltan el poder voluntaria y amablemente sino a través de duras coacciones. En esas lejanas épocas, cuenta el relato, el impío fue derrotado “con mano fuerte y brazo extendido”…
Pero ahora, el 7/10, el ángel de la muerte pintó las puertas de los hebreos no para saltear (Pésaj) sus casas sino, por el contrario, para entrar con ímpetu devastador. ¿Será una venganza del imperio sobre los libres? ¿Será la eterna ambición de dominio y la intolerancia de los déspotas? ¿Son esos los impulsos que prevalecen a lo largo de la historia, como si nunca quedara marca de las luchas de los oprimidos? ¿No ha sido suficiente ya de cadenas y hogueras, de persecuciones y pogromos?
Celebraremos Pésaj, sin embargo, porque persistir en el recuerdo de la libertad es insistir en sostenerla como meta y sentido de la existencia humana. Este año tendremos el corazón oprimido, habrá más agua salada para mojar las hierbas amargas, más lágrimas y menos risas, más ausencias alrededor de la mesa… Pero no nos vencerán. Ningún monarca, ningún dictador, ningún adorador de la muerte nos impedirá clamar por la liberación y el retorno de nuestros hermanos. Si salimos de tantos Egiptos, también esta vez nos levantaremos de la pesadumbre y la postración y volveremos a caminar erguidos.
Pésaj es la fiesta de los contrastes. Junto a la amargura y la tristeza, nuestra keará (plato ritual) contiene el jaroset y el huevo duro. La dulzura y la perseverancia. Este año, parafraseando el célebre versículo, rezaremos: “Libertad, libertad perseguirás” …
¡Pesaj casher ve sameaj! ¡Pésaj alegre, a pesar de todo!
Diana Sperling. Bs. As, Abril 2024.
Este texto fue publicado en la cuenta oficial de Instagram de la Filósofa y Escritora Diana Sperling. Pueden encontrar la publicación original en este link.