Eliezer Ben Yehuda: hijo y padre del hebreo.
De entre los muchos milagros que confluyeron en la creación del moderno Estado de Israel, uno de los más significativos es el renacimiento del idioma hebreo como lengua cotidiana de los judíos. Hasta la magna obra de Eliezer Ben Yehuda, el hebreo sólo se hablaba en las sinagogas; era el idioma de los rezos, o una asignatura solemne en los jedarim.
Se lo había olvidado como idioma de comunicación popular, de los asuntos diarios de la vida. Había sido reemplazado por el idish, un derivado del alemán, o por los distintos lenguajes de residencia de las diásporas judías; quizás el ladino entre los judíos sefaradíes.
Del mismo modo que la idea del sionismo político fue en principio la inspiración de un solo hombre, Theodor Herzl, al que luego se sumaron las voluntades de la judería del mundo; no es menos prodigioso que la entera epopeya de la resurrección del idioma hebreo haya surgido también inicialmente de un único individuo, que pactó consigo mismo, en primer lugar, educar exclusivamente en hebreo a su hijo, en su solar histórico, la tierra de Israel.
Su hijo, Ben Zion, fue el primer nativo de Jerusalem que habló el hebreo moderno. Qué poderosa es la influencia del individuo- la perseverancia, la imaginación-, de un solo sujeto, en la milenaria historia del pueblo de Israel.
Abraham, Moisés, Herzl, Ben Yehuda, aparecen como almas solitarias, incluso aisladas, peor aún, rechazadas, por el status quo de los propios judíos, para luego ser seguidos, reverenciados, y finalmente comprendidos. Cuando racionalizamos que hoy más de 6 millones de judíos israelíes hablan la lengua que Ben Yehuda se propuso legar a su pueblo como un idioma de vida cotidiana, su gesta no resulta menor que la de Herzl. No hay ningún caso semejante en la historia humana; no al menos, lo suficientemente relevante como para que lo conozcamos. Eliezer Ben Yehuda nació en Vilna, cuando su shtetl formaba parte del Imperio ruso, el 7 de enero de 1858; y emigró a Eretz Israel, aún bajo el Imperio Otomano, en 1881.
El Imperio Otomano ya no existe; el Imperio ruso se convirtió primero en el Imperio soviético, y luego dejó de existir también. Pero el idioma hebreo como habla cotidiana está más vivo que nunca: en términos relativos, más judíos hablan hebreo diariamente, en la calle, que en cualquier otro idioma.
La Sociedad Hebraica Argentina se congratula de celebrar un nuevo aniversario del natalicio del profeta del moderno idioma del pueblo de Israel: la calle que lleva su nombre, en el centro de Jerusalem, es la más alegre prueba de su vigencia, con los más modernos locales, los jugos de fruta más sabrosos y variados, y una diversidad de vida judía, milenaria y actual, única en la historia del pueblo.