“…En cada uno de nosotros palpita la necesidad de transmitir íntegramente a nuestros descendientes aquello que hemos recibido. Ya en el Deuteronomio podemos leer: “Pregunta a tu padre y él te revelará (tu historia) y pregunta a tus Ancianos y ellos te dirán (lo que fue tu pasado)”. Este mandamiento indica que desde hace milenios la necesidad de transmitir está inscripta en la Historia. (…) Somos todos portadores de un nombre, de una historia singular (biográfica) ubicada en la Historia de un país, de una región, de una civilización. Somos sus depositarios y sus transmisores. Somos sus pasadores. Que seamos rebeldes o escépticos frente a lo que nos ha sido legado, y en lo que estamos inscriptos, que adhiramos o no a esos valores, no excluye que nuestra vida sea más o menos deudora de eso, de ese conjunto que se extiende desde los hábitos alimentarios a los ideales más elevados, los más sublimes, y que han constituido el patrimonio de quienes nos han precedido.
(…) ¿Esto quiere decir que estamos obligados a reproducir? ¿Que la transmisión recibida y ofrecida como herencia supone el eterno retorno? Probablemente no… esa tendencia a “fabricar” loros o clones no es intrínseca a la transmisión. Lo que me resulta apasionante en la aventura propia de la transmisión, es precisamente que somos diferentes de quienes nos precedieron y que nuestros descendientes es probable que sigan un camino sensiblemente diferente del nuestro… Y sin embargo… es allí, en esta serie de diferencias, en donde inscribimos aquello que transmitiremos. Un paso más me permitirá afirmar algo que es más paradójico: una transmisión lograda ofrece a quien la recibe un espacio de libertad y una base que le permite abandonar (el pasado) para (mejor) reencontrarlo.
(…) En resumidas cuentas, la transmisión constituiría ese tesoro que cada uno se fabrica a partir de elementos brindados por los padres, por el entorno, y que remodelados por encuentros azarosos y por acontecimientos que pasaron desapercibidos, se articulan a lo largo de los años con la existencia cotidiana para desempeñar su función principal: ser fundante del sujeto y para el sujeto. (…) Es necesario entender la transmisión como un ofrecimiento por parte de los padres, de los maestros, de algunos elementos que cada uno de los miembros de una descendencia recibe en su infancia, que él recompondrá a su manera, y que serán sin ninguna duda sometidos a su vez a nuevas modificaciones. La prueba que la travesía de ese pase ha sido lograda se encuentra en ese mínimo desplazamiento: eso es lo que se llama subjetivar – “individualizar”- una herencia a fin de poder reconocerla como propia.”
Estos fragmentos pertenecen a “Los contrabandistas de la memoria” (Ediciones de la Flor, 1996), del Psicoanalista Jacques Hassoun, y fueron publicados recientemente por la Fundación BAMÁ de Educación y Cultura. Pueden encontrarlos en el siguiente link.