La epopeya de la educación judía durante la Shoá

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Por Angela Waksman y Mario Sinay

Desde los más remotos tiempos, la educación, como fuente del conocimiento, ha sido considerada como el valor central y la principal preocupación de la vida judía. No en vano el pueblo judío es considerado el pueblo del libro y la Biblia es considerada el libro de los libros. Esa reverencia por la enseñanza ha prevalecido a lo largo de los siglos.

En ese camino, los judíos siempre educaron a sus hijos en sus propias instituciones y expresaron sus ideas en su propio idioma. La educación fue prioritaria en Sefarad – la España previa a la expulsión -, donde años de permanencia bajo distintas culturas dominantes hicieron que la educación propia se impusiera. Eso no implicó que los judíos rechazaran influencias foráneas. Al contrario, crearon una nueva filosofía educativa en la cual, si bien dominaron las raíces propias, esas influencias tenían cabida.

Hacia el siglo XVIII, la ortodoxia judía enfatizó el estudio de los rituales y tradiciones del judaísmo, mientras que, por su parte, la Haskalá (la Ilustración judía) incrementó el aprendizaje de las materias seculares. El Edicto de Tolerancia del emperador José II de Austria (decretado en 1782) aplicó los principios racionalistas a los judíos del Imperio. Entre otras reformas, se les permitió ingresar a las escuelas de gobierno y establecer sus propias escuelas seculares. De este modo, se cerraba la brecha que separaba a los judíos de la corriente general de educación.

Posteriormente, la emancipación política de los judíos de Europa Occidental en el siglo XIX también se manifestó en las esferas de la cultura y la educación. Diversas instituciones educativas judías modernas fueron creadas para proporcionar un marco integral que permitiera a los estudiantes judíos aprender, mantener y consolidar el judaísmo – con sus valores, ritos y costumbres – así como el patrimonio histórico-cultural nacional del pueblo judío. Esas diferentes redes educativas – que perduran hasta nuestros días – fueron afianzándose con el inicio del siglo XX y tuvieron un rol crucial en los años que sobrevendrían.

Este será precisamente el lapso histórico en torno al cual abordaremos la cuestión educativa: desde el llamado período de entreguerras, con el ascenso y consolidación del nazismo, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, con su más espantosa creación, la Shoá. Nuestro objetivo será dar testimonio de la epopeya educativa judía, tanto de sus instituciones como de sus educadores, antes, durante y después del horror de los campos de exterminio. Durante esta época oscura para el pueblo judío, esa tradición educativa que hemos descripto se erigió, tal vez como nunca antes, en una verdadera resistencia espiritual y una herramienta esencial de supervivencia.

Hemos dividido el desarrollo en dos partes. En la primera – “La educación judía en la era de las utopías” -, intentaremos mostrar cómo se fueron conformando y organizando las diferentes vertientes educativas judías durante el período de entreguerras. Gran parte de ese recorrido relata el desarrollo de la educación judía en Polonia, pues allí se encontraba la comunidad judía más grande de Europa y la segunda en el mundo. Sin duda, Polonia era la fuente de inspiración educativa de todo el judaísmo de Europa Oriental y quizá de todo el mundo judío. Desde luego, ese desarrollo no estaba exento de discusiones y divergencias internas. La educación judía estaba en tensión entre varias corrientes antagónicas: ortodoxos y seculares, hebraístas e idishistas, sionistas y antisionistas, promotores de la educación privada y promotores de la educación estatal, defensores de la educación mixta y defensores de la separación entre varones y niñas. Sin embargo, esas divergencias, lejos de debilitar el mundo judío, lo fortalecieron, pues le otorgaron un pluralismo cultural y espiritual que le permitió sobreponerse a las corrientes asimilacionistas.

También examinaremos el fenómeno del Numerus Clausus, reglamentación que impuso en Polonia cuotas al ingreso de estudiantes judíos a los diversos espacios de educación universitaria según su proporción en la población general. Esta fue sin duda una forma antisemita de impedir que los estudiantes de origen judío estudiaran libremente. Sin embargo, como veremos, este fenómeno condujo al activismo de la juventud judía y a la formación de movimientos corporativos académicos para defender los derechos de los judíos.

Otro eje será la conformación de orfanatos judíos durante el período de entreguerras. Muchos niños que habían perdido a sus padres, sobre todo a partir de la Gran Guerra, fueron recogidos, ayudados, abrigados y educados por estos centros en diferentes países de Europa.

Indagaremos asimismo en lo que fue quizá la contracara de la educación judía: la educación en la Alemania nazi. Niños y jóvenes alemanes que convivían con sus pares judíos fueron deshumanizados y embebidos de odio hacia el otro (el “diferente”, el “inferior”, de acuerdo a sus consideraciones) en pos de la construcción del Reich de los Mil Años. Ahondar en esto nos servirá para observar cómo la educación es capaz de crear – tal era el espíritu de la educación judía – seres pensantes, con mentes abiertas y orientados al bien común, o bien convertirse en instrumento de manipulación, adoctrinamiento y prepotencia para dirigir mentes hacia caminos oscuros y perversos.

En la segunda parte – “Educación y educadores a la sombra de la esvástica” -, nos adentramos de lleno en el período de la Shoá.

Estudiaremos en primer lugar la impresionante gesta educativa que, de modo clandestino, se llevó a cabo en los guetos y campos de concentración para mantener la integridad espiritual de niños y jóvenes. La educación se erigió así en un arma esencial para combatir a enemigos implacables como el hambre, la enfermedad, la tristeza, el odio, el miedo y la desilusión.

Luego retomamos el tema de los orfanatos para descubrir cómo en condiciones de extrema precariedad cientos de estas instituciones siguieron funcionando en guetos sin los elementos materiales básicos pero con una capacidad humana intacta para brindar calor, amor y contención. Directores, colaboradores y asistentes de estos orfanatos tuvieron la amarga pero heroica misión de acompañar a esos niños en el último camino a su aniquilación.

Posteriormente, nos adentraremos en la experiencia educativa a través de los diarios íntimos. A lo largo de la Shoá se produjeron cientos de escritos personales – en su mayoría de autores adolescentes – que relatan sus vivencias cotidianas. Hemos seleccionado una serie de fragmentos que nos hablan específicamente de sus rutinas educativas y de cómo educarse en tiempos de guerra, de persecución y de caos representa un desafío impostergable. Ese es el mensaje aleccionador de estos escritos.

La segunda parte culmina con la experiencia educativa dentro de los denominados campos de desplazados. En ellos se intentó brindar a los sobrevivientes un marco de rehabilitación y capacitación profesional que les permitiera superar su devastación emocional y comenzar un proceso de reconstrucción. Se trataba de “volver a vivir” a través de la educación para dar un nuevo significado a sus vidas.

Finalmente, a modo de epílogo y a través de breves reseñas biográficas, honramos la memoria de aquellos educadores que con su dignidad, amor al prójimo y pasión por el conocimiento, mantuvieron su espíritu de lucha y no claudicaron en su misión en medio del horror. Hacerlo no solo es reivindicar su memoria sino también el rango vital que ha tenido desde siempre la educación para el pueblo judío.

*Introducción al libro: La epopeya de la educación judía durante la Shoá de Angela Pnina Waksman y Mario Sinay, Buenos Aires, 2021.

Mica Hersztenkraut es la Directora de Comunicaciones de Hebraica.

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