“Pésaj” deriva de “pasaj”, que proviene de la raíz P-S-J, y en hebreo es un verbo que significa pasar por encima, SALTEAR. La vinculación más inmediata es con la décima plaga: la muerte de los primogénitos. En ese relato los judíos tenían la posibilidad de ser salteados por el ángel de la muerte pintando sus jambas, y fueron ellos los que, con la actitud de pintar su dintel, saltearon al ángel.
Por eso, cada generación, cada grupo, cada familia, cada persona, tiene la posibilidad diaria de dar un salto, de hacer suyo cada Pésaj: entonces recorre los atributos de la historia, recuerda, se interroga, recrea el relato y, así, da cuenta de cómo saltear, cómo salir, cómo superar sus esclavitudes. Cada uno, desde su singularidad, renueva sus preguntas, revisa su maror, compromete su matzá, hace su Pésaj.
La vida tiene, en ciertos aspectos, más de Egipto que de tierra prometida, por eso es vital trabajar para SALTEAR aquello que oprime, preguntar para constituirse y tener la posibilidad de desplegar nuestra humanidad. La tierra prometida, simbólicamente, es la promesa, es lo que uno es capaz de concretar. La promesa es transformar ese potencial en compromiso.
Este texto es un fragmento de “Hagadá. La decisión de dar un salto: …el anteceder de las nuevas preguntas…”, editado por la Fundación Judaica. Pueden encontrar la publicación original en este link.