300 preguntas en 300 palabras del conflicto palestino israelí

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Presentamos aquí la introducción a la versión actualizada de “300 preguntas en 300 palabras”, recientemente publicada por Hebraica Ediciones.

Por Gabriel Ben Tasgal*

El conflicto palestino-israelí es relativamente simple de comprender si se conocen los códigos del Medio Oriente. A la vez, es un conflicto sobre el que incontables portavoces enarbolan las interpretaciones más descabelladas. Existe cierta impunidad en este tema. Nadie se atrevería a escribir acerca de las contiendas en África o sobre las disputas en Ucrania sin adentrarse profundamente en la materia. Además, es un conflicto sobre el que se vierten litros de tinta; no siempre a causa de una sincera preocupación por el futuro del pueblo palestino; sino por estar implicados los judíos.

Desde el surgimiento del cristianismo, existe una obsesión hacia ese pequeño pueblo que no aceptó a Jesús como su mesías, fijación que ha sido acompañada por una teología adversa (desde la teoría del reemplazado o sustitución a la acusación de deicidio), que se tradujo en acciones violentas y conversiones forzadas contra los judíos y que, durante el Siglo XX tomó cuerpo en el asesinato planificado de los judíos europeos (y comunidades norafricanas) en la Shoá.

El antisemitismo cuenta con XXIII siglos de experiencia y, a lo largo de su destructiva genealogía, ha mutado y se ha manifestado a través de diversos mitos y concepciones. En la Edad Media muchos seres humanos en el mundo “estaban convencidos” de que los judíos secuestraban niños para preparar pan ázimo o que contaminaban las aguas adrede provocando la Peste Negra. En la época moderna, muchas personas “estaban convencidas” que los judíos eran seres racialmente no humanos, una raza paria no creativa, que debía ser eliminada. En Europa eran muchos los que estaban seguros y, en el mundo, fueron tantos más los que no hicieron nada para desmentir tal aberración o para impedir que el genocidio se llevase a cabo, abriendo, aunque más no sea, las puertas de sus fronteras para los judíos necesitados de refugio.

En la actualidad, el odio antisemita se manifiesta de tres formas. Hablamos de mutaciones de los siglos XX y XXI, a la espera que se produzcan nuevos mitos. Primero, un judeófobo moderno asegurará que el Holocausto no sucedió e intentará maquillar su odio con una ilegítima pregunta “científica”. Segundo, el antisemita asegurará que los judíos (o el Mossad) están detrás de cualquier crisis, ya sean anarquistas, políticas, fondos buitres o acontecimientos desgraciados de la naturaleza. Para el antisemita moderno, los judíos están detrás de todo mal confiando ciegamente en los “Protocolos de los Sabios de Sion” o en su versión tropical argentina “El Plan Andinia”. Tercero, el judeófobo moderno entiende que es discriminador e inaceptable declararse antisemita por lo que opta por odiar al judío entre las naciones (Israel) y lo hará de forma obsesiva, maniqueísta y demonizadora. Criticar a Israel es legítimo. De hecho, los más críticos son los propios israelíes. Sin embargo, la demonización obsesiva que se hace contra Israel desde distintos medios de comunicación y otras instituciones, de parte de ciertos académicos y desde algunos partidos políticos es tan evidente y clara que no puede dejar de calificársela por lo que es: Antisemitismo o Judeofobia.

Este libro ha sido escrito para quien goza de buena salud moral, para quien intenta comprender el Medio Oriente en su idioma original y para quien posea inclinaciones intelectuales sinceras.

En días en donde muchas falsedades se escudan bajo el paraguas de “es mi narrativa y es tan válida como la tuya”, queremos ofrecer datos, procesos e interpretaciones verificables para optar por una postura no demonizadora sino constructiva.

En líneas generales, el marco en el que se interpreta el conflicto palestino-israelí en Europa está influido por el hecho de que dicho continente es la cuna del antisemitismo. Podemos ver incontables manifestaciones antisemitas, en español, precisamente en España, un Estado que sufre de esa enfermedad desde hace cientos de años a pesar de que, durante siglos, casi no ha contado con judíos entre sus ciudadanos.

En América Latina las teorías de centro-periferia, los sentimientos antiyanquis y las premisas ideológicas “materialistas” influyen, muchas veces contundentemente, en la forma en la que se interpreta el Medio Oriente. En este sentido resulta cotidiano escuchar portavoces hispanoparlantes argumentar, a viva voz, que Israel es “un Estado imperialista y colonialista como son los norteamericanos con nuestros países por lo que debemos oponernos a ambos”.

Si la interpretación en Europa está influida por ser la cuna del antisemitismo y en América Latina por interpretaciones materialistas, es imposible entender el Medio Oriente sin especializarse en identidades tribales, de clanes y, por sobre todo, en la religión dominante: el islam. Teniendo en cuenta que la base de la identidad de los individuos en el Medio Oriente es su pertenencia tribal (clan) y su identidad religiosa, un texto que carece de profundidad en estos temas se convierte en una “traducción”, de una realidad a otra, que pierde la esencia en el camino.

En Argentina, podemos encontrar trabajos periodísticos que NO ayudan a comprender el conflicto palestino-israelí. Un ejemplo es el de Pedro Brieger en El Conflicto Palestino-israelí: 100 preguntas y respuestas. Cuando uno está tan imbuido en un patrón materialista, los conflictos se explican siempre como disputas por poder y por la competencia sobre los recursos (agua, tierras, petróleo). Analizar el Medio Oriente de esta forma provoca desestimar o ni siquiera incluir elementos religiosos fundamentales para comprender la región.

Como bien expone la eminencia mundial, el orientalista Bernard Lewis en su libro Faith and Power (entre otras cosas), la religión es pieza fundamental de la identidad local. En el marco del patrón “materialista” clásico, el conflicto entre palestinos e israelíes se explica obsesivamente por la ocupación (de tierras) siendo los demás factores secundarios o terciarios. Es cierto que algunos periódicos de extrema izquierda en Israel piensan de la misma forma e incluso la propia narrativa palestina argumenta de ese modo; pero se trata de un principio inaceptable entre especialistas.

Son muchos los que consideran que la culpa de que no haya paz en la región es de los israelíes. Para sostener tal afirmación, descartan o minimizan las propuestas de paz que hicieron los primeros ministros Ehud Olmert (2007-2008) y Ehud Barak (2000) así como las ideas ofrecidas por Bill Clinton para poner punto final al conflicto. Los deseos de paz de los israelíes son opacados y lo mismo se hace con la nula predisposición de los palestinos para realizar siquiera contraofertas de paz para solucionar los aspectos territoriales del conflicto. Explicar estos hechos sería correcto desde el punto de vista académico-intelectual, pero dañaría la consistencia a la hora de promover prejuicios.

El conflicto entre israelíes y palestinos es fácil de comprender en su esencia, pero más complejo en sus detalles. Un análisis demonizador de Israel sirve de excusa para un aumento de la “estigmatización” del único Estado con mayoría judía absoluta en el mundo (Israel).

La presente, segunda edición, del libro 300 Preguntas en 300 Palabras sobre el conflicto palestino israelí, se presenta en el año 2024, tras una serie de sucesos que han modificado la realidad de la región. Ante todo, Israel y algunos países musulmanes sunitas no radicales se han acercado para firmar una serie de acuerdos de paz conocidos como “Pactos de Abraham”. Se trata de un game changer para el Medio Oriente. Segundo, el Hamás palestino ha perpetrado un brutal atentado que, probablemente, sacudirá profundamente los cimientos de las relaciones entre israelíes y sus vecinos. El 7 de octubre de 2023, Israel ha sufrido una masacre de proporciones nunca vividas desde los días de la Shoá. Tal evento, similar a los atentados cometidos contra las Torres Gemelas en 2001, transformará muchas concepciones arraigadas en Israel y entre sus vecinos. A la luz de lo señalado, la misión de nuestro libro será responder a decenas de preguntas honestas y legítimas en solamente 300 palabras. Ni una más ni una menos. Un intento de brindarle a los lectores con una herramienta breve pero útil, con el deseo de que sirva como un trampolín para ampliar los conocimientos sobre el conflicto palestino-israelí.

¡Qué la paz sea con cada uno de ustedes!

 

*Gabriel Ben Tasgal nació en Argentina y vive en Israel desde 1989. Estudió su B.A. y M.A. en Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales y se formó en Islam, especializándose en terrorismo islámico. Además se graduó (Maestría) en Publicidad, Relaciones Públicas y es guía de turismo profesional. Durante décadas trabajó como productor de noticias televisivas y, en la actualidad suele capacitar y es entrevistado por diversos medios de comunicación y servicios de inteligencia en las temáticas del Medio Oriente y terrorismo. Desde su fundación en el 2010, dirige la ONG de Diplomacia Pública Hatzad Hasheni (La Cara de la Verdad).

 

El libro 300 preguntas en 300 palabras puede adquirirse en:  https://hebraica.org.ar/pagoshebraica/producto/300-preguntas-en-300-palabras-gabriel-ben-tasgal

 

Mica Hersztenkraut maneja todas las comunicaciones de Hebraica.

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