Israel, elecciones 2019

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Por Marcelo Birmajer, especial para SHA

El triunfo de Benjamín Netanyahu, quien comenzará su quinto mandato consecutivo y treceavo año como Primer Ministro del estado Judío- el más
prolongado período de tiempo en el cargo en toda la historia de Israel- puede explicarse racional y políticamente por una suma de factores muy claros.

La situación económica del país es de las mejores que ha gozado la población desde 1948 hasta la fecha, desde hace por lo menos diez años, todos bajo la directa supervisión técnica del propio Netanyahu, un convencido defensor del liberalismo, en todos los ordenes, desde muy temprano en su carrera política.
En el terreno diplomático, también la situación de Israel es mejor que en cualquier período anterior: se mantienen los tratados de paz con Egipto y Jordania; pero se han mejorado notablemente las relaciones con Arabia Saudita y el resto de los emiratos árabes.

Nunca hubo una tan buena relación entre un Primer Ministro de Israel y un Presidente norteamericano como la que existe entre Netanyahu y Donald Trump.

El traslado de la embajada de Usa de Tel Aviv a Jerusalem, las claras advertencias de Trump contra el peor enemigo de Israel, los islamofascistas iraníes, y el señalamiento de la Guardia iraní como organización terrorista, son avances diplomáticos sin precedentes para el pueblo de Israel. Bibi tiene relaciones excelentes con Jair Bolsonaro de Brasil, y muy buenas con Mauricio Macri, los dos países más importantes de Latinoamérica y los más poblados del mundo de habla hispana. No se lleva mal con ningún líder de la Comunidad Europea, ni con la Primer Ministro de Gran Bretaña.

Netanyahu es un éxito como Ministro de Relaciones Exteriores de Israel. En el terreno de la seguridad, también la situación es, comparativamente, mejor de lo que se pueda recordar en cualquier otro período.

El frente sirio, en buena medida por la propia desintegración siria, es muy favorable a Israel. Se habla sin que suene estrambótico de anexar a Israel las Altura del Golán. La dirigencia y el pueblo palestino no aceptan aún la existencia del Estado judío y por lo tanto no son un factor de división dentro del arco político israelí: tanto Beny Gantz del partido Azul y Blanco como los líderes del Likud debatieron sabiendo que del lado palestino no había ningún interlocutor dispuesto a hablar de paz. El laborismo ha dejado de existir como factor influyente de poder.

Sería bueno que la centro izquierda israelí pudiera
reconstruirse en base a dar una respuesta la falta de interlocutor del lado palestino en lugar de seguir inventando un interlocutor inexistente. Su
reconstrucción es fundamental para la salud del sistema político israelí, que necesita de la alternancia, como cualquier democracia. Mientras que a
Netanyahu le queda una tarea pendiente imprescindible: pensar y formar a un sucesor, dejarle como legado a ese pueblo que lo acompañó un líder que
pueda continuar su exitoso trabajo.

Mientras tanto, podemos congratularnos de que Israel no sólo es la única democracia de Medio Oriente, sino también una
de las que mejor funciona en todo el mundo libre.

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