Una palta es muchas cosas: es un símbolo de salud. Es una fuente de esos aceites saludables de los que siempre escuchás que son buenos para vos, o al menos eso afirman los medios. Es un símbolo de lujo, ya que muchos no tienen acceso ni siquiera a una simple palta. Y los símbolos se vuelven aún más sutiles: la palta es un símbolo del Nuevo Mundo, ya que fue descubierta por primera vez en las Américas, e incluso dicen que los mayas la consideraban un símbolo de fertilidad. O mi símbolo favorito de todos: los Hipsters de Brooklyn (una tribu nativa entre la que viví durante 10 años de mi vida, cuyos símbolos incluyen bigotes, sombreros, bicicletas de piñón fijo, ropa colorida y, sobre todo, miembros de esta tribu que empuñan el arma de la ironía), que tienen su propia cocina local auténtica, un plato que ha sido ampliamente imitado por los admiradores de su cultura: la «tostada de palta».
Pero en Hebraica, desde el pasado jueves, se le ha dado otro significado a la palta: por un breve momento en el tiempo (que sería rápidamente olvidado si no fuera por esta publicación de blog que estoy escribiendo en tiempo real) se convirtió en un símbolo efervescente, fugaz, del espíritu de compartir entre extraños que une a la comunidad de Hebraica.
Esto fue lo que sucedió: una historia tan pequeña, tan minúscula, tan menor, que vale la pena contarla para que puedan vislumbrar un atisbo de cómo es la vida en Hebraica. O, al menos, la mejor parte de ésta (un poco como pasa con Instagram: todos los que lo usan prefieren compartir esos detalles que los hacen ver geniales, en lugar de los asuntos más complicados, pero, al mismo tiempo, estamos esforzándonos en descubrir cómo hablar mejor de los asuntos complicados también. Es un camino de aprendizaje).
Una socia de Hebraica, conocida como Melu, tenía una caja de 200 paltas que decidió que sería un hermoso gesto compartir con la comunidad de Hebraica. (¡Guau! Gracias por tu generosidad, Melu, en caso de que nadie más te lo haya dicho. ¡Apreciamos mucho tu gesto!) No le pregunté de dónde las sacó ni por qué quería compartirlas; algunas preguntas es mejor dejarlas sin respuesta como un misterio más del universo.
Pero más tarde entró en uno de los chats de socios de Hebraica y anunció que iba a dejar una caja de 200 paltas cerca de su palo, para que cualquiera que quisiera degustarlas y compartirlas con sus seres queridos, pudiera pasar por ahí y llevarse un par para disfrutar junto con aquellas personas importantes para cada uno de nosotros.
El chat se inundó de mensajes de socios que querían salir corriendo a buscarlas. Un socio incluso preguntó si se podía llevar «cinco docenas» de paltas. (Quiero creer que era un chiste pero… nunca se sabe).
Y, en aproximadamente una hora, Melu regresó a su palo para ver el estado de la caja y… no quedaba ninguna. Excepto por una pobre palta abandonada, quizás intencionalmente, de la que se podría decir, a modo de predicción y haciendo referencia a la historia casi olvidada de Pandora y su caja: ella abrió la caja, dejó salir todas las emociones y el mal al mundo, y esa es el origen de su existencia, pero luego miró hacia atrás y se dio cuenta de que había quedado una en el fondo de la caja: la esperanza. Siempre tendremos esperanza, pase lo que pase. ¡Esa última palta abandonada podría ser un símbolo moderno de esperanza!
En menos de una hora, cada familia ya estaba reunida celebrando sus paltas, en la comodidad de sus casas y departamentos dentro del predio de Hebraica Pilar, disfrutando de lindas conversaciones y risas, irradiando felicidad. Todas las familias unidas por sus paltas.
Esta mera palta, por más diminuta que sea, vale la pena recordarla en este momento. Gracias, Melu, por traernos este momento de felicidad a tantas familias (¡200 paltas! Suponiendo que cada familia se llevó aproximadamente 2 ó 3 paltas, si promediamos eso a 2,5, nos da como resultado alrededor de 80 familias, sin tener en cuenta el margen de error estadístico, por supuesto). Gracias por tu generosidad para la comunidad. Gracias por la buena onda. Gracias por recordarnos, en este momento oscuro y desafiante al que nos estamos enfrentando tanto en Hebraica como en toda la Argentina, lo lejos que puede llegar tan sólo una gota de bondad.
Y a todos los que estén leyendo esto: si ustedes también quieren compartir algo con la comunidad de Hebraica, nada los detiene. ¡Adelante! Autogestionemos con amor 🤍