Hay ocasiones en las que los hechos más pequeños y aparentemente insignificantes son los más reveladores, porque en esos detalles podemos ver reflejados los patrones más grandes. (Como decían los antiguos cabalistas judíos sobre la vida: «como es arriba, es abajo»: en los detalles más pequeños podemos vislumbrar los contornos más amplios del universo).
Y este domingo pasado en el Restó Golf de Hebraica ocurrió un hecho simbólico y muy poderoso.
Ese día nos tocó enfrentar lo que se conoce en el mundo empresarial como «la tormenta perfecta» —cuando varios problemas suceden al mismo tiempo, generando una situación particularmente desafiante—, ya que varios empleados de Hebraica no pudieron asistir para atender el Restó Golf.
En circunstancias normales, esa sería la receta perfecta para el desastre. Si una persona se enferma, está bien, se puede manejar. ¿Pero varias? Es en ese tipo de situaciones cuando todo se ralentiza, si es que no se detiene por completo. Y las quejas no tardan en llegar.
Para resolver esta situación, nuestros socios voluntarios Ale (Secretario de Gastronomía voluntario) y Seba (Secretario General voluntario), actuaron rápidamente y tomaron una decisión: no había más opción que arremangarse y asumir los roles de cocineros y mozos por un día, para asegurarse de que los socios pudieran disfrutar de su querido Restó Golf.
¡Y así fue! Ale y Seba se pusieron a cocinar, a tomar pedidos y a servir la comida. En ese momento, llevaron su dedicación y amor por Hebraica a otro nivel.
¿Y la mejor parte? Mientras lo hacían, contagiaron su buena onda y alegría a todos los comensales. Y eso, en esencia, es un ejemplo del espíritu y la magia de Hebraica: una comunidad de voluntarios que ama Hebraica por sobre todas las cosas, que responde al desafío del voluntariado cuando hace falta, y lo hace con una sonrisa.